BIO

Desde su creación, ARACIL&FLORES ha conseguido dar forma a una capacidad operativa que es la conjunción de una actitud sensible a la percepción del paisaje y la tradición, manteniendo una fe inquebrantable en las posibilidades de investigación formal y material de la arquitectura moderna en múltiples escalas y ámbitos. Asimismo, los múltiples aspectos de la disciplina y la influencia del aprendizaje en los diversos campos, constituyen diversas áreas de trabajo que ofrecen un perfeccionamiento continuo de los recursos profesionales.


La oficina mantiene a todos los niveles una voluntad de pragmatismo que permite la obtención de resultados de calidad en todas las fases del proceso constructivo —proyecto y obra—; lo cual, lejos de ser el resultado de administrar presupuestos holgados, se debe a la atención a todas las técnicas implicadas en dicho proceso —desde las más sencillas hasta las más complejas—, y a un riguroso desarrollo de los trabajos.


La respuesta que nuestros edificios ofrecen al clima, recogiendo técnicas y recursos del acervo constructivo —incluso local—, consigue unos resultados de eficiencia térmica y energética que se inscriben con naturalidad en los estándares actuales de exigencia, sin énfasis ni ostentación oportunista de tecnologías banales.


Desde A&F servimos a nuestros clientes desde la libertad que la práctica profesional exige en todos sus ámbitos para responder de manera eficiente a factores económicos, de intervención en un mercado cada vez más exigente, sin perder de vista las cuestiones medioambientales y sociológicas.


ANTONIO ARACIL

Arquitecto

"Arroz a banda"

Como buen alicantino, siento pasión por los arroces de mi tierra como producto destacado de la gastronomía local y ni que decir tiene, que sobre todos los demás, para mí el indiscutible rey es el “arroz a banda”. Así, desnudo, sin tropezones o aderezos superficiales que enmascaren su apabullante fuerza a mar ni distorsionen su contundente monocromía.

Resulta sorprendente como a partir de un sofrito de aceite de oliva, ñoras secas, ajos y tomate, al que incorporaríamos paulatinamente, un fondo o caldo de pescado local de roca y posteriormente el azafrán, podemos acabar invocando la máxima expresividad de un minúsculo grano de arroz. El fuego y el esmero del cocinero en ajustar el punto de cocción, acaban por rematar ese milagro que experimentamos en nuestros sentidos.

Sencillo, ¿no?

Ni muchísimo menos…

Ser capaces de simplificar y eliminar lo superfluo, para recoger lo esencial de un lugar, de unas costumbres, de un oficio, en un producto u objeto único, consistente, profundo y lleno de matices, es una durísima tarea.

Obviamente, extrapolar este símil culinario a la arquitectura actual que perseguimos, nos deja en una posición complicada al analizar la coyuntura socio-cultural a la que nos enfrentamos y que todos nosotros hemos propiciado. No obstante debemos rebelarnos y luchar contra los paladares aturdidos, los bolsillos de doble fondo o los camareros sin vocación, sin olvidar nunca de nuestra mente la calidad de ese plato de arroz.

¡Avivemos el fuego de nuestro esfuerzo intelectual, escojamos los mejores ingredientes de nuestra creatividad y acervo cultural, y tras someterlos a la técnica u oficio frecuentemente olvidados, sirvamos a nuestros clientes el plato que ellos y nosotros, merecemos!.

Buen provecho

JOSÉ MARÍA FLORES

Arquitecto

Dos Comentarios

I.

No es nuevo decir que lo más interesante es lo que acontece en la obra, pues entre lo informe y lo impensado, a pesar de todo siempre hay espacio para el descubrimiento.

A medida que se han ido realizando las obras (aunque en realidad no acaban nunca), inevitablemente se ha ido compensando el anhelo por el riesgo con el perfeccionamiento del aprendizaje de recursos en distintos niveles, encontrando dentro de la profesión, mediante el continuo hallazgo de nuevos recursos, las vías de expresión o posibilidades de creación y libertad de acción —por mínimas que sean— ante las múltiples imposiciones de todo tipo. Eso es nuevo cada vez, en cada trabajo, desde lo más banal hasta el encargo de mayor implicación creativa.

La intervención en edificios existentes de una cierta entidad suele ser una tarea muy grata dejando al margen ciertas cuestiones, pues consiste en medir tu pensamiento con una historia anterior, y mediante la puesta en valor que proporciona el hallazgo de simples reglas traes al presente la vitalidad del origen. Incluso en este campo es particularmente gratificante el trabajo en el que se produce la feliz integración de la labor del Arquitecto y el Ingeniero, pensando como uno solo.

II.

El 19 de noviembre de 1.962 en el ‘Konserthuset’ de Estocolmo, tuvo lugar una de las interpretaciones más importantes del jazz moderno. El cuarteto clásico de John Coltrane durante su célebre gira europea se subía a un escenario en lo que iba a quedar para la historia como una noche mágica.

Creo que pocas veces he podido escuchar algo semejante a la versión de My favorite things (Rodgers/Hammerstein) interpretada aquella noche, una pieza de 21 minutos de duración en la que los cuatro músicos intervienen con la misma intensidad. Coltrane pone en marcha la locomotora.

La alegría y disfrute en la creación continua, a un nivel de intensidad al borde de la extenuación, todos colaborando, funcionando, empujando en la misma dirección. Verdadera implicación individual en la invención colectiva.

Elvin Jones continuamente redoblando. La grabación no es muy buena, pero podemos distinguir su trabajo.

No hay solo de Jimmy Garrison ni de Elvin, pero no importa porque el grado de intensidad en la música es soportado sucesivamente por los dos solistas propulsados por la otra mitad del cuarteto.

Se suceden tres solos:

Introducción y solo de Coltrane
Solo de Mc Coy
Solo y cierre de Coltrane.

Explorando mil variaciones de la melodía del tema.

¿No sería maravilloso proyectar una casa con la misma intensidad creativa?

 

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